dimarts, 8 d’octubre del 2013



RAVENNA. L’Episcopion (6), La “imago clipeata” de Sant Pau, 491-519 dC.
Os explicaba ayer la importancia que tenía el retrato en el mundo romano, sobre todo en vistas a componer las “imagines maiorum” o de los antepasados. Naturalmente no tenemos retratos auténticos ni de Cristo ni de los Apóstoles, pero con el tiempo se confeccionaron retratos convencionales para que las grandes figuras del cristianismo pudieran ser reconocidas fácilmente. En Roma, a finales del siglo III, ya estaban bien definidas las fisonomías de los dos apóstoles Pedro y Pablo, a los que la Iglesia Romana tiene por padres y fundadores. Pedro tiene la cara cuadrada, mientras que la de Pablo es alargada; la barba de Pedro es corta y redondeada, mientras que la de Pablo – que vemos en la imagen que os presento – es puntiaguda; Pedro tiene una cabellera cana pero bien poblada, mientras que Pablo es casi calvo o con grandes entradas encima de la frente; a Pedro se le caracteriza como hombre de gobierno y a Pablo como intelectual. Es muy importante para la historia de la Iglesia cómo se llegó a formar el binomio inseparable de Pedro y Pablo. 


 Los Hechos de los Apóstoles hablan de ellos como los protagonistas de los primeros pasos históricos de la Iglesia, pero no dejan de mencionar sus diferencias y controversias que se solucionan dando a Pedro el encargo conducir (episkopein) la Iglesia de los Judíos, que en aquellos momentos era mayoritaria, y a Pablo el de predicar y conducir la Iglesia de los Gentiles (greco-romanos no judíos) que él con su predicación y celo estaba congregando. Ambos se encontraron en Roma y ambos murieron en Roma en la misma persecución, y ambos fueron amados y venerados en Roma, de modo que a los pocos años sus originales diferencias habían desaparecido de la memoria histórica, pues la Iglesia de los Judíos se había evaporado y la de los Gentiles era la común y mayoritaria. Quedan los clichés teológicos originales de la “Ecclesia ex Synagoga” y la “Ecclesia ex Gentibus”, como si fueran las dos almas de la Iglesia, pero la dualidad se disolvió yen la memoria de la Iglesia Pedro y Pablo ya no la tipifican sino que su binomio más que tensión evoca compenetración. Se les representa juntos y afrontados como los célebres gemelos Dióscuros, pero se les comparaba también con los fundadores de Roma, los gemelos Rómulo y Remo, pues Pedro y Pablo pueden alardear de haber fundado la nueva Roma Cristiana.
Josep Laplana (Director del Museu de Montserrat)

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